lunes, 25 de enero de 2010

DNU

Decretos de Necesidad y Urgencia


miércoles, 20 de enero de 2010

El apocalipsis pudo esperar

EL 2009, ENTRE LOS AUGURES DE LA CATASTROFE Y LAS LECCIONES QUE DEJO

El año 2009 se ha retirado sin cumplir las promesas apocalípticas que, según los diferentes augures y profetas que pululan en ciertos ámbitos de la oposición política, entre los economistas de las principales consultoras y en algunos medios de comunicación, debían derramarse sobre el cuerpo y el alma de los argentinos. Los vaticinios eran tremendistas y anunciaban, entre otras cosas, un dólar altísimo, una economía atacada irreversiblemente por el virus de la recesión, aislamiento internacional, default, cosechas paupérrimas, importación de carne, colapso de la industria lechera, desaparición del trigo, desocupación masiva, protestas sociales transformadas en polvorines prontos a estallar ante la menor señal, violencia urbana capaz de convertir las calles de las grandes ciudades en lo más parecido al infierno de Dante que se pueda reconstruir en estas geografías sureñas. Imágenes de la bancarrota y de la catástrofe que se encargaron de repetir infinidad de veces muchos de los más preclaros e independientes periodistas que suelen copiarse los unos a los otros en el afán de transformar sus vaticinios en el pan cotidiano de la mesa de los argentinos. Si viviésemos nuestras vidas de acuerdo con el relato de los augures de la catástrofe y no como expresión de lo realmente vivido, hace tiempo que el país se hubiera convertido en un gigantesco campo de batalla repleto de cadáveres y asolado por todas las pestes imaginables. Hacer el ejercicio de mirar alrededor, de recobrar, aunque sea por un instante, la cordura que nace del vínculo entre lo que decimos que nos pasa y lo que efectivamente nos acontece, nos restituiría una dimensión completamente distinta del país en el que habitamos, un país que poco o nada tiene que ver con el gran relato que se vierte día tras día desde la corporación mediática y que se fabrica en el interior de las usinas del establishment económico y político.

Transcurrido el año del Armagedón, sorteados los ríos de lava que descenderían sobre la Sodoma y la Gomorra kirchnerista, acontecido el cruce del Rubicón que significaba el recambio parlamentario del 10 de diciembre, todo estaría disponible para la decadencia irremediable de aquello que se inauguró en el 2003 y se revalidó a finales del 2007. Argentina, así lo anunciaban, estaba preparándose para abandonar la lógica de la confrontación, el clientelismo populista sostenido sobre los choripanes, el revanchismo de los setentistas, sus escandalosas e impresentables “formas” políticas alejadas de las genuinas “maneras republicanas” y el uso discrecional de la chequera oficialista. Claro que antes de alcanzar la orilla republicana, esa que tanto añoran nuestros defensores del establishment, seríamos lamentables testigos de la furia desatada sobre nuestras calles, furia que nos retrotraería, así lo decían sin sonrojarse, a diciembre de 2001. Anunciaban y esperaban la catástrofe; se frotaban las manos y se relamían en sus reuniones de conspiradores ante las señales del fin de los tiempos. Imaginaban entrar en el año del Bicentenario en condiciones de mirarse en el espejo de esa otra Argentina del primer centenario, la del país agroexportador, granero del mundo y rectamente gobernado por los preclaros representantes del poder económico.

Y sin embargo nada de eso sucedió. No habitamos el mejor de los mundos, no hemos resuelto algunos de los problemas más graves y acuciantes que atribulan a las mayorías (en especial seguimos prisioneros de un orden económico que profundiza la desigualdad social), pero estamos lejos de ese escenario de locura infernal que proyectaban los apasionados defensores de la restauración conservadora. Hubo, en el medio, una dura derrota electoral que presagiaba el derrumbe del gobierno y que se transformó, para sorpresa y horror de los críticos termidorianos, en un nuevo punto de partida, en una suerte de relanzamiento de lo más interesante y significativo que trajo al escenario argentino la presidencia de Cristina Fernández. Junio no fue, como parecía, el principio del fin, sino la búsqueda de otros horizontes, esos que se reencontraron con algunas de las decisiones más significativas y revulsivas del 2008 (por ejemplo, las medidas que nacieron después del voto no positivo de Cobos y que, entre otras cosas, alumbraron la reestatización de las AFJP, la movilidad jubilatoria y la nacionalización de Aerolíneas Argentinas). Una derrota que conmovió al kirchnerismo y que le hizo recobrar su capacidad de respuesta ante las coyunturas difíciles. Algunas de esas respuestas constituyen, por sí solas, acontecimientos mayúsculos para el derrotero de la democracia. El principal de ellos fue la aprobación de la ley de servicios audiovisuales, después de uno de los debates más intensos, interesantes y plurales que recuerda la Argentina en relación con un proyecto de ley. Una victoria doble: contra la herencia nefasta de la dictadura y contra las “mejoras” realizadas durante los noventa por el menemismo en beneficio de las grandes corporaciones mediáticas que condujeron hacia la más colosal estructura monopólica del espacio comunicacional. Otra de las respuestas material y simbólicamente claves, de esas que marcan un rumbo y señalan un itinerario claramente diferenciado de la lógica desplegada entre nosotros por la cultura neoliberal, fue la decisión presidencial de implementar la asignación universal para todos los niños de padres desocupados o con trabajos informales, medida que ataca directamente el núcleo duro de la pobreza y constituye una acción justa, reparadora e históricamente relevante, al menos en parte, para los sectores más postergados y sufridos.

La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires puede ser interpretada como una oportunidad para revisar críticamente los motivos y los errores que llevaron a que un personaje como De Narváez se alzara con el triunfo, no sólo conquistando ampliamente a los sectores altos y medios, sino, más grave y preocupante, penetrando con su discurso pergeñado por publicistas y potenciado por la estética tinellista, en los sectores populares. Quedó claro que la pejotización terminó por perjudicar a Kirchner, que pagó el precio de abandonar una de sus ideas constitutivas, aquella de la transversalidad y de los frentes capaces de incluir a diversos actores del campo popular. Quedó claro que no alcanza con llevar a los intendentes a la cabeza de las listas, que las candidaturas testimoniales horadaron prestigio y proyecto mientras quedó diluido el núcleo fundamental de lo que debería ser un proyecto de genuina profundización de los cambios. Quedó claro que en los territorios calientes del Gran Buenos Aires, allí donde se sigue amasando la pobreza y la miseria, el kirchnerismo no supo o no quiso encontrar los modos directos de la interpelación que se correspondiesen con acciones reparadoras visibles, como si no hubiera sido capaz de abandonar la forma superestructural y aparatista de la política para reconstruir base de sustentación popular de un gobierno que la necesita y mucho si quiere enfrentar con alguna posibilidad el avance de la derecha restauracionista. Junio sirvió para no cometer los mismos errores, para aprender de una derrota que, leída desde esta perspectiva, incluso puede acabar convirtiéndose en una oportunidad de cara a los desafíos que se abren de ahora en más y teniendo como horizonte la puja electoral del 2011. Entre otras cosas no menores, los resultados electorales de Junio ponen en evidencia que al kirchnerismo sólo le puede quedar bien el traje de aquello que por no encontrar una definición más atinada denominamos el centroizquierda; un traje que exige generosidad política y garantías de estar siguiendo un rumbo que vaya en dirección a la profundización de aquellas medidas capaces de reducir la brecha de la desigualdad, de abrir los canales de participación popular, de democratizar más y mejor la gestión de gobierno, de ofrecer claras señales respecto al cuidado del medio ambiente y a la efectiva puesta de límites a los diversos tipos de explotación de las riquezas naturales del país, de cambiar, como se hizo con la ley de medios, la legislación que mantiene el privilegio, donado por la dictadura, de los grandes negocios financieros, unido esto a una indispensable reforma impositiva. Acciones, todas, destinadas, insisto, a marcar un rumbo, a darle visibilidad a un proyecto de país capaz de recrear una cierta mística política de clara matriz democrática y popular. Reconquistar apoyo social, incluyendo la indispensable interpelación de ciertos sectores medios que hoy rechazan al Gobierno, supone un esfuerzo de renovación de prácticas y de lenguajes políticos, del mismo modo que también exige posicionamientos claros y directos contra las formas visibles de corrupción estatal, tanto la heredada como la que se desplegó en los últimos años. Sin querer transformar la cuestión de la corrupción en un eje central (lo que suele hacer el discurso del establishment y de las políticas restauradoras de matriz neoliberal), sí es necesario dar señales contundentes de saneamiento de las prácticas públicas y estatales. No se trata, por supuesto, de lavarle la cara al kirchnerismo y volverlo “presentable” para la buena sociedad, que ya no quiere conflictos ni crispaciones; su lugar original en el presente argentino es haber logrado reintroducir la política y, en no menor medida, haber logrado escandalizar a aquellos poderes que creían ser los dueños definitivos del pasado, del presente y del futuro.

El 2009 también puso en evidencia, por si alguien no lo supiera o se hiciera el distraído, qué tipo de gestión puede llevar adelante la derecha. El macrismo en la ciudad de Buenos Aires ofreció toda una batería de brutalidades, ineficiencias y decisiones desatinadas que tuvieron sus dos puntos culminantes en, primero, el bochorno del Fino Palacios como el primer jefe de una policía que antes siquiera de ser puesta en funciones termina con su cuerpo entre las cuatro paredes de una celda, a la que probablemente le siga el segundo jefe nombrado por Macri al que tuvo que destituir por las escuchas ilegales; para luego rematar su “audaz” gestión con el fallido nombramiento de Abel Posse al frente del Ministerio de Educación, convirtiéndolo en el ministro que menos tiempo estuvo en el cargo y que tuvo que abandonarlo después de lanzar una serie de ideas de un reaccionarismo ultramontano. Lo que se cayó fue la máscara de una derecha light, signada por las estéticas posmodernas y las retóricas políticamente correctas. Lo que se puso en evidencia es, por un lado, sus límites y su incapacidad, y, por el otro lado, la matriz reaccionaria que se guarda en su interior, esa que asumió los rostros impresentables del comisario preso y del escritor ultraautoritario. El macrismo anticipó, lo haya querido o no, lo que puede llegar a ser un gobierno de la derecha, ese escenario posible si en el 2011 las fuerzas democráticas, populares y progresistas no logran comprender lo que verdaderamente está en juego en la Argentina de hoy.

Muchas otras cosas sucedieron en el 2009, pero lo que quedó definitivamente claro es que los augures y profetas, los anunciadores berretas del apocalipsis, fracasaron en todos sus pronósticos. El Gobierno tiene grandes desafíos por delante y será permanentemente puesto a prueba allí donde no logre dar señales claras de hacia dónde y con quiénes intenta ir. En este sentido, el 2010 puede ser un año más que significativo para ir delineando hacia dónde rumbeará el país en los próximos tiempos. Aprender del 2009 significa, entre otras cosas, abrirse con generosidad hacia nuevas formas de construcción política, esas que sean capaces de salir a pelearle a la derecha apelando a lo mejor de las tradiciones populares y progresistas. Veremos, entonces, qué se aprendió de un año tan decisivo, complejo e intenso como lo fue el que acabamos de abandonar.

Ricardo Forster

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martes, 19 de enero de 2010

Borrador de preguntas de verano

¿No le interesaría saber qué efecto o resultado está produciendo la asignación universal por hijo entre los millones de beneficiados? ¿No siente curiosidad por saber cómo favorece a la libertad de prensa y a las pequeñas editoriales, que Papel Prensa haya sido obligada a vender el papel a igual precio a diarios grandes como chicos? ¿No le importaría conocer cuál será el desenlace del caso de los hijos adoptados de la señora de Noble? ¿No le sorprende que este verano argentino, antecedido por noticias de fracaso y de crisis, sea uno de los más exitosos de décadas? ¿No le causa perplejidad que haya carne para multiplicar en millones de asados veraniegos, si se estuvo anunciando que iba a haber tal escasez, que se iba a importar hasta el sandwich de chorizo? ¿Se siente informado acerca de por qué en los gobiernos hasta el 2001 siempre hubo déficit fiscal y vaciamiento de las reservas y por qué ahora sucede todo lo contrario? ¿No le sorprende que quienes durante años de gobierno vaciaron el Banco Central y todas las cajas, ahora, desde la oposición se hayan convertido en sus perros guardianes? ¿Se interroga acerca de por qué hoy los bancos funcionan sin zozobra y ninguno se cierra por quiebra, y por qué los jubilados, los estatales, los maestros etc cobran normalmente y no en bonos o en vales? ¿No le resulta sorprendente que los taxis sean de modelos nuevos o cero kilómetro? ¿Por qué no hay colapso energético ni de combustible? ¿Por qué el ex piloto Piñeiro no sigue prediciendo desastres áreos? ¿Y no le llama la atención que no estén lloviendo los miles de juicios que le iban a hacer al Estado por la democratización del fútbol? Si usted tiene en claro que es más importante ser presidente que vicepresidente ¿por qué los medios hegemónicos creen que es al revés? Y una última duda: ¿No le interesaría que así como le cuentan el horror del terremoto de Haití, también le explicaran por qué Haití, aún sin terremoto, padeció siempre el infortunio? En fin: son preguntas que cualquiera puede hacerse.

Orlando Barone

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lunes, 11 de enero de 2010

Humor

Una nota de humor del Blog Derek Dice que transforma otra de histeria conspirativa de un diario opositor.
Felicitaciones a Mauri K


Como casi me llevo toda la plata del Central

Los lingotes estaban ahí. Pero no solo esos lingotes de 15 kilos, había billetes de todas las denominaciones posibles. Sobre un aparador, un paquete envuelto en papel madera que decía "Kirchner" brillaba solo entre decenas de paquetes semejantes.

Otros paquetes mas decían "Cristina" o "Désenlo a La Campora".

Había uno en una caja de vidrio empotrada en la pared que decía "Romper en caso de Destitución". Alguien me dijo que eran 3 mil millones de dolares para llevar a Venezuela libres de disponibilidad. Había 2 valijas, parece que una era la de Antonini Wilson y otra la de Felisa Micceli.

Bueno, estuve ahí, lo vi con mis propios ojos. Los funcionarios iban y venían desesperados. Gritaban "Vienen los Kirchner a llevarse todo lo que queda!, busquen un hueco y guardenlo!".

Yo estaba ahí esperando órdenes y lo veía todo con mis propios ojos. "No toquen la plata, No al Pago de la Deuda Externa" gritaba un Director enloquecido, casualmente uno que en el 2000 organizó una rifa con la guita del Tesoro entre los empleados del Central. Después me entere que era El Cabra que con la recaudación sacó un disco de Las Manos del Juez Griessa.

Faltaban 2 horas y yo estaba esperando que no me viera nadie para cumplir con la orden del Jefe. "Mauri, manoteá lo que sea y llevátelo, inventales que hay que pagar la deuda como sea o sino habrá ajuste", me dijo Nestor agregándome que la situación era muy difícil porque no tenia ni para el bondi.

En un momento manoté una bolsa llena de moneditas de 1 centavo. Pesaba horrores pero la tuve que dejar porque alguien me dijo que en esa bolsa había nada mas que 5 pesos, que buscara las que decían "50mil dolares Florencia". No encontré ninguna, parece que Florencia ya se las había llevado todas.

Faltando una hora para el cierre encontré una habitación llena de drogas, me dije a mi mismo que era "la oportunidad" , pero no me creí y seguí de largo. Las drogas hay que venderlas, ergo hay que laburar, así que seguí caminando por los pasillos buscando plata.

Otra vez me llama Nestor y me caga a pedos. "Esta lleno de polis y de jueces Nestor, no puedo hacer nada".
Pero no era cierto.
La Policía no hacia nada, los jueces se cagaban de risa y afuera en la ciudad había caos de transito. Muy polémico todo.

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martes, 5 de enero de 2010

Un análisis económico de Alfredo Zaiat

3,83

La cotización del dólar en el último día hábil de 2009 fue 3,83 pesos por unidad. Ese valor no tiene mucha relevancia si solamente se lo observa como el final del recorrido de una de las variables del menú de inversiones financieras. El año que acaba de concluir tuvo como vedette a las acciones y los bonos y el dólar ocupó los últimos lugares del ranking como la peor opción especulativa. Ese tipo de análisis es importante para el mundo de la city. Pero la paridad 3,83 pesos/dólar expresa mucho más que otro fin de año tranquilo en el microcentro, y de la definición de ganadores y perdedores en el universo de las finanzas. Ese precio 3,83 en las pizarras de las casas de cambio y de los bancos es la exteriorización más contundente de que los economistas del establishment se equivocaron. Otra vez. Durante la primera mitad del año y, en especial, en las semanas previas a las elecciones legislativas, esos expertos en errores aseguraban la inevitabilidad de una fuerte devaluación. Afirmaban que el dólar se iba a disparar, estimando que a fin de año se ubicaría en por lo menos 4,60 pesos por billete. Algunos de ellos lo pronosticaban con una seguridad sorprendente como parte de análisis financieros que tenían en cuenta la crisis internacional y la intensa fuga de capitales local. Otros lo calculaban con soporte académico como parte de una evaluación macroeconómica referida al atraso del tipo de cambio, que ponía en riesgo la competitividad de la economía. Sin embargo, unos y otros fallaron, como en tantas otras profecías apocalípticas enunciadas con la soberbia de un supuesto saber técnico, que en esencia es eminentemente político.

La cifra 3,83 es humillante para ese elenco de mercaderes de la información económica, comportamiento que no es exclusivo de profesionales encolumnados en la corriente ortodoxa. En una piel hipersensible debido a décadas de inestabilidad, golpes de mercado y violentas devaluaciones –la última fue durante la gestión presidencial de Eduardo Duhalde–, el dólar es una extraordinaria variable de disciplinamiento social y de orientación de las expectativas económicas. Por eso no son inocentes ni fruto de estudios técnicos asépticos los pronósticos acerca de la evolución del billete verde, ni su eco amplificado por parte de empleados en medios de comunicación.

El 3,83 debería servir como aprendizaje para una mayoría obsesionada con la cotización del dólar para eludir esas trampas que alimentan incertidumbres y favorecen a minorías privilegiadas. Ese 3,83 revela también la escasa consistencia en la mayoría de los análisis económicos de amplia difusión en ámbitos del poder, que exponen el deseo del emisor más que un examen de las condiciones internas y externas de un determinado proceso económico. Esos últimos factores son los que definen la cotización del dólar en términos económicos. Varios son los elementos que intervinieron en la dinámica cambiaria en 2009, que si los economistas de la city los hubieran considerado se habría evitado el papelón. Bochorno que, en realidad, no les preocupa demasiado porque saben que son herramientas funcionales del poder económico y, además, sus yerros serán prolijamente ocultados con la complicidad de todos aquellos que le demandan pronósticos para el 2010.

El tablero electrónico de las agencias de cambio marcando el 3,83 no es un valor mágico, sino que refleja condiciones estructurales de la economía doméstica, la decisión del Gobierno de defender la política de flotación administrada implementada por el Banco Central y situaciones coyunturales a nivel internacional, a saber:

- La intensa devaluación del dólar a nivel mundial como respuesta a la extraordinaria debacle de la potencia hegemónica precipitada por la crisis de los créditos hipotecarios subprime.

- Esa debilidad de la moneda dominante del comercio internacional implicó la apreciación del tipo de cambio en la mayoría de los países, destacándose el recorrido del real y el euro como los más relevantes para la economía argentina.

- La decisión política del Gobierno de no acompañar ese proceso de fortalecimiento de esas monedas permitió un avance sustantivo de la competitividad del tipo de cambio local.

- De todos modos, antes de gatillarse esa dinámica de apreciación de las monedas de otros países, el tipo de cambio bilateral (dólar) y el multilateral (las más importantes son el dólar, real y euro) elaborados por el Banco Central reflejaban que no había atraso cambiario. Incluso aplicando índices privados de precios de dudosa confiabilidad como factor de ajuste. A noviembre, el tipo de cambio multilateral se ubicaba 53,4 por ciento por encima del promedio de la convertibilidad.

- El superávit comercial de 2009 terminará por encima de los 18 mil millones de dólares, monto que se constituirá en record histórico. Esto implica que el saldo entre exportaciones e importaciones fue muy positivo, lo que se traduce en un fenomenal canal de ingreso de dólares a la plaza local. Para el 2010 se estima que ese superávit contabilizará unos 14 mil millones de dólares, lo que significa que seguirá habiendo un positivo flujo importante de billetes verdes.

- Pese a la tenue diversificación de las exportaciones, las materias primas siguen siendo el principal rubro de las ventas externas. El índice de materias primas elaborado por el Banco Central revela que el precio promedio de los commodities de 2009 fue igual al de 2007 y se ubica un 50 por ciento por encima de la media del período 1995-2009. Esto significa que los precios de los productos que el país más vende al exterior se encuentran en umbrales elevados, perspectiva que se estima persistirá, lo que deriva en un horizonte de sostenidos ingresos de divisas por el lado de las exportaciones.

- Otra clave para analizar las perspectivas de la paridad cambiaria es el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Su saldo recoge el generado en el intercambio comercial (exportaciones/importaciones), el de servicios y el de transferencias. El de 2009 fue positivo en unos 7000 millones de dólares, monto que se repetiría en el año que comienza, extendiendo a nueve años el período de superávit de cuenta corriente, ciclo inédito de la historia económica reciente del país.

- Esa continuidad del superávit de la cuenta corriente significa que hubo y seguirá habiendo excedentes de dólares en el mercado local. No es un dato menor para la economía argentina, cuyo eslabón débil que precipitó sus recurrentes crisis a lo largo de décadas fue la restricción externa. Esto es el estrangulamiento externo por el déficit de divisas, cuyo desenlace es la devaluación e inflación posterior, con la consiguiente inestabilidad política y social.

- El principal factor perturbador de este esquema es el resultado de la cuenta capital de la balanza de pagos, en la cual se refleja el impacto de la fuga de capitales. Su intensidad determina el mayor o menor stress económico-financiero. Por ese motivo es tan importante la forma de intervención sobre las expectativas de los agentes económicos. En esa tarea actúan los gurúes de la city al exacerbar la incertidumbre y, por lo tanto, la fuga de capitales, alimentando así un círculo vicioso con destino de crisis.

- Sin embargo, esa intervención tuvo en esta oportunidad un formidable dique de defensa, del que careció la economía argentina en anteriores debacles: abundantes reservas en el Banco Central. Además de los dólares excedentes del comercio exterior, las reservas permitieron abastecer la huida, y a la vez actuaron como un potente disuasivo contra corridas. En 2009 las reservas terminaron en 48 mil millones de dólares, y se estima que en este año sumarán unos 7000 millones.

El 3,83 pesos por dólar y un escenario tranquilo en el frente cambiario tiene un componente estructural que es desestimado por los economistas del establishment, lo que una y otra vez los deposita en el error de diagnóstico y de pronóstico. Aunque cuesta creerlo, hoy la economía argentina tiene estructuralmente excedentes de dólares. Esto explica que, por primera vez desde la recuperación de la democracia, un shock externo de magnitud con agregados de componentes internos no haya concluido en una fuerte devaluación.

En última instancia, ante este panorama del mercado cambiario, cuadro que los gurúes de la city se resisten a comprender o a aceptar cegados por anteojeras ideológicas, sólo queda remitir al mensaje filosófico de Diego Armando al momento de señalar la cotización 3,83 pesos por dólar.

Fuente: Página/12
 
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