miércoles, 28 de abril de 2010

Ricardo Forster y el miedo

27-04-2010
El miedo y sus usos
La palabra está allí, la escuchamos una y otra vez pronunciada por políticos, por periodistas, por estrellas de la televisión. Circula velozmente por los múltiples canales de la comunicación. Su presencia es insidiosa y oscura porque nos retrotrae a épocas nefastas de la historia nacional. Quienes la pronuncian no se detienen a medir las consecuencias ni se preocupan por destacar las diferencias cruciales que separan una dictadura genocida de un gobierno democrático. Esas sutilezas no les interesan porque, tal vez, nunca sintieron miedo cuando vivieron los años terribles inaugurados el 24 de marzo del ’76 y, en cambio, parecen sentirlo en estos días en los que una sociedad democrática debate y dirime distintos proyectos de país.

Pero el “miedo” (ésa es la palabra maldita que atraviesa el éter informativo) es el resultado de quienes buscan perpetuarse en el poder, de quienes parecen representar la quintaesencia de todos los vicios a los que se le agregan la búsqueda de la crispación y de la violencia como herramientas para alcanzar sus designios autoritarios. El lenguaje es brutal y excesivo, aunque muy pocos de los periodistas “independientes”, de esos que siempre hacen gala de virtuosismo republicano, se detienen a señalar la exageración y la trama de falsedades que se esconden en el uso indiscriminado, y casi en cadena nacional, de la palabra “miedo”.

Alcanza, les alcanza, una serie de afiches sin firmas en los que se critica a algunos periodistas utilizando un método, el escrache, que poco tiene que ver con la disputa democrática (tal vez pudo haber tenido un valor cuando la inventaron los miembros de la agrupación HIJOS en épocas de impunidad y de indultos que dejaban libres de culpa y cargo a los genocidas y como una manera de hacer visible la falta de justicia, memoria y verdad que dominó el país durante los noventa). Un método que sortea malamente la discusión y el debate y que, en este caso, se escuda en el anonimato.

También les alcanzan las declaraciones de una senadora jujeña que pronuncia la fatídica palabra al mismo tiempo que inicia lo que parece ser un viaje sin retorno hacia la oposición (no escuché hablar de borocotización para quien no sólo desoyó la decisión de su bloque sino que ahora se apresura a formular un proyecto de modificación de la ley de servicios audiovisuales que parece escrita a favor de la continuidad monopólica).

Alcanza lo que pueda decir la eterna anfitriona de almuerzos en los que cada invitado se solaza en demostrar que estamos frente a un gobierno autoritario que cada vez se parece más a una dictadura (extraño mérito la de quien ha podido almorzar “libremente y sin censura” durante los años más horrendos de la historia argentina y a lo largo de todos los gobiernos democráticos y que descubre, espantada, que ahora siente “miedo”, ese mismo que nunca sintió antes).

Miedo del que hablaban algunos en relación con Milagro Sala, portadora, ella, la tupac y los movimientos piqueteros, de una violencia amenazante, esa que surge de los barrios periféricos y que, como decían Carrió y Morales, se ocupan de entrenar militarmente a sus miembros. Miedo a los pobres, ese mismo que llevó a un intendente de San Isidro a imaginar la instalación de un muro para aislar a los habitantes de una villa de emergencia. Miedo a los trapitos y a los limpiavidrios que merecen, según el inefable Macri, ser conducidos a las cárceles. Miedo y más miedo que pide seguridad, represión y, claro, una República saneada de tanto autoritarismo.

Resulta llamativo que el miedo se despliegue en una época y bajo un gobierno que ha derogado las leyes de impunidad habilitando el juicio a los genocidas; de un gobierno que decidió dejar que todas las protestas sociales puedan expresarse sin ejercer las tan conocidas “virtudes” represivas de las fuerzas policiales e impidiendo que las calles y las plazas del país vuelvan a ser escenarios de violencias homicidas como las que hemos conocido bajo los gobiernos de muchos de aquellos que hoy dicen sentir miedo.

De un gobierno que no reprimió los innumerables cortes que bloquearon muchísimas rutas durante el conflicto con la Mesa de Enlace y que se negó a reprimir las protestas de los asambleístas de Gualeguaychú. Pero, eso dicen incesantemente los formadores de opinión desde radios, canales abiertos y de cable y desde medios gráficos, es el gobierno el que promueve la crispación y la violencia; es a partir de sus oscuras lucubraciones desde las que se inocula en la sociedad desguarnecida el virus del miedo.

¿Qué significa que una empresa periodística saque en la tapa de su principal revista un foto montaje que nos muestra a Néstor Kirchner como si fuera Hitler? ¿Acaso creen que estamos viviendo en una dictadura o, por el contrario, suponen que el nazismo fue algo trivial y sin la lógica de la barbarie que lo caracterizó? La banalización se vuelve cómplice de ese sistema concentracionario que se devoró a millones de seres humanos (tal vez sería oportuno que quienes dedican un gran esfuerzo a mantener la memoria del Holocausto digan alguna palabra ante este uso impúdico de las comparaciones históricas).

¿Pueden algunos periodistas cruzar de ese modo la línea del pudor y hacerlo en nombre de la democracia y de la libertad de expresión que estarían amenazadas por el kirchnerismo? ¿Qué queda de la memoria de las víctimas, tanto aquellas que fueron exterminadas durante el nazismo como de aquellas otras, las que están cerca nuestro, y que fueron asesinadas durante la última dictadura? Una retórica prostibularia que incluye un nuevo neologismo: “Fachosprogresitas”, que serían aquellos que citan a filósofos nazis y que escrachan periodistas.

Nada se dice, por ignorancia o por astucia editorial, que Carl Schmitt, el jurista católico de derecha, compañero de ruta del nacionalsocialismo, ha sido citado a lo largo del siglo XX y de este por liberales, conservadores, socialistas y que constituye una referencia insoslayable a la hora de debatir cuestiones cruciales de teoría política (entre nosotros lo han citado, no sin elogios y señalamientos críticos, ensayistas de izquierda como Pancho Aricó, fundador de Pasado y Presente, o el filósofo Jorge Dotti que le ha dedicado un monumental libro de casi 1.000 páginas a la recepción del jurista alemán en la Argentina; pero también lo han citado Hanna Arendt, Walter Benjamin y Jacques Derrida, filósofos difícilmente homologables al fascismo o a cualquier forma de derecha).

Analfabetismo y/o amoralidad amarillista. Todo sirve para hablar del “miedo”, para instalarlo entre nosotros y ofrecerlo como producto del Gobierno y de sus intelectuales, en este caso leyendo sin leerlo un libro importante de Chantal Mouffé, En torno a lo político, en el que la autora hace mención a Schmitt y a su concepción de “amigo/enemigo” para pensar la escena política contemporánea. Pero claro, como el libro fue leído por Cristina Fernández inmediatamente se homologa Schmitt, nazismo y gobierno en un ejercicio delirante de ignorancia interpretativa.

La intención es clara: se trata de inducir a una parte significativa de la opinión pública (esa que suele ser una creación de la corporación mediática) a identificar al kirchnerismo y a quienes defienden muchas de sus políticas o que simplemente han acompañado algunas de sus decisiones en estos últimos años, con el autoritarismo y la violencia utilizando la mentira, la falsificación, la impudicia interpretativa y la victimización de quienes son, en muchos casos, expresión del poder real en la Argentina, ese que sigue siendo dueño de la gran tajada de riqueza socialmente producida y que sabe de horadaciones y de chantajes a gobiernos democráticos.

Fuente

lunes, 26 de abril de 2010

EL Grupo Clarín y sus métodos

Hoy en día está en la fase de emoción violenta, pero siempre está la duda si piensan antes de titular online o zocalear en TV. Cualquiera puede ver como mutan las noticias con el paso de las horas o de online a papel.
En pleno ataque de ira, el Grupo hace cosas malas que nos cuentan Lucas Carrasco y Jimena Arnolfi en esta nota de Miradas al Sur.

25-04-2010 / Las operaciones clandestinas del grupo de tareas formado por el publicista Carlos Souto

La agencia de comunicación que hace el trabajo sucio para Clarín
El Grupo Clarín contrató a la agencia internacional de publicidad La Ese, especializada en marketing político, para reclutar un ejército pago que congestione las líneas de teléfonos de radios –de modo que sólo ingresen los llamados de sus telemarketers– y para que insulte a los comentaristas de internet que escriban en contra del Grupo Clarín o a favor de la ley de medios K y el Fútbol para todos. Esa agencia, también se encarga de guionar los discursos para aquellos que defienden la judicialización de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para impedir su plena vigencia.

La primera tanda de contratados –unos 30 empleados en negro– fue en octubre de 2009, cuando se trató la ley de medios en el Congreso y el debate tomó estado público. Los bloggers rentados por el Grupo Clarín debían instalar términos como ley k, ley mordaza, dictadura o corrupción.
Aún hoy y con miras de seguir hasta la campaña electoral del 2011, el grupo de tareas mediáticas contratado por La Ese libra sus batallas remotas en las lujosas oficinas de Perú al 800, barrio de San Telmo, en una hermosa casona de estilo francés construida en 1912. Ahí funciona La Ese, propiedad de Carlos Souto.

Los creativos de Souto escribieron la solicitada y el guión del mensaje televisado de Marcela y Felipe Noble Herrera en los canales del Grupo Clarín, hablando en contra de la ley que establece al Banco Nacional de Datos Genéticos como el único autorizado para el estudio de compatibilidad para personas que hubieran sido apropiadas durante la última dictadura militar (ver página 5).
Clientes. La lista de Souto no tiene desperdicio. Fue publicista de la Alianza que encabezó Fernando De La Rúa, intentó sin éxito remontar a Carlos Menem en 2003 y actualmente se enorgullece de haber trabajado con Julio Cobos y de ser el verdadero cerebro del “Alika, Alikate” para catapultar como líder de la antipolítica al colombiano Francisco De Narváez.

La usina anti k. Está conformada por dos áreas: el blog y el call center. Los bloggers intervienen los medios gráficos online a través de la redacción de comentarios apelando a identidades falsas. Desde un buscador rastrean números de DNI y luego utilizan los nombres de esas personas para llenar los formularios de las páginas donde mandan mensajes escritos por creativos. Además se encargan de hacer control del scroll: cuentan cuántos comentarios a favor y cuántos comentarios en contra hay sobre la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, investigan quiénes son los usuarios que comentan en las antípodas de la bajada de línea recibida, etc. También mandan mails a las casillas de esos comentaristas, generan confianza y establecen una relación. Entre las páginas que graffittean figuran la web de La Nación, La Política On Line, Crítica de la Argentina, Minuto Uno y Perfil.

Todas estas actividades están destinadas a falsear identidades y contravenir toda la deontología periodística, así como los códigos de ética de la comunicación publicitaria. Se asemejan a talleres de costura clandestina que después son utilizados por las grandes marcas. Con un agravante, a quienes cosen por un salario de miseria, no les obligan a mentir o a hacer tareas delictivas.
Miradas al Sur accedió a fuentes inobjetables para reconstruir la actividad de La Ese. El clima de secretismo está reforzado por un pedido oral de confidencialidad. Un tema que tiene estatutos legales y valen sólo en la medida en que estén firmados por conformidad plena por los empleados de las empresas. En este caso se trata apenas de una simulación para amedrentar a jóvenes que trabajan en negro y no están asesorados legalmente. Además, va acompañado con un adoctrinamiento político: “Esto es una guerra” y “el Gobierno hace lo mismo que nosotros pero al revés”, les dicen.

Modus operandi. Los empleados del call center son los que se dedican a bloquear las líneas de oyentes de las principales radios en las que curiosamente no figuran las del Grupo Clarín: Nacional, Del Plata, América, Continental, La Red, La Diez, Metro, Rock And Pop y Belgrano.
A su vez, se encargan de desgrabar lo dicho en esas radios para monitorear lo que va sucediendo. Hacen estadísticas, informes sobre cuál es la tendencia de cada conductor, qué línea política desarrolla cada programa, cuáles se acercan más al Gobierno, cuáles se alejan más, etc. Siempre desde la óptica de los intereses políticos y económicos del Grupo Clarín.

El sector call center posee un servidor de última generación que permite que en las radios se bloqueen los conmutadores de modo que sólo lleguen los mensajes guionados por la empresa contratada del Grupo Clarín, y simultáneamente se delinea la estrategia de ataque a la ley de medios k. Los jefes de la usina entregan chips y tarjetas telefónicas para cambiar el número del teléfono de manera que sea imposible de comprobar que todos los llamados vienen del mismo lugar.
Por su parte, los supuestos bloggers tienen a su disposición un software propio que rastrea los comentarios adversos a Clarín en internet. Así pueden detectarlos y bajar línea anti K. Las computadoras de la agencia de Souto poseen modems inalámbricos y un sistema rotativo de IP’s para que tampoco se puedan rastrear las rutas de las PC que efectúan los mensajes.

El coordinador de los grupos es el hijo del Fiscal Federal de Misiones Juan Carlos Tesorero (ver recuadro), Juan Andrés Tesorero, sobrino de Carlos Souto. El estudio jurídico que el Fiscal abrió por intermedio de su esposa en la ciudad de Buenos Aires tuvo su primera baja hace dos meses: Juan Andrés renunció al trabajo con su madre para dedicarse tiempo completo a la cruzada anti K. De hecho, hasta cambió de barrio para mudarse a la misma cuadra de la agencia La Ese.

“No hablar ni con la familia del tema”. Ése es uno de los pedidos explícitos de Juan Andrés Tesorero a la hora de contactar a los reclusos de la usina anti K. Confidencialidad ante todo. Ninguno llega a formar parte de esta campaña sucia respondiendo a una búsqueda laboral naturalizada. Todos son “amigos de”, “familiares de”, “conocidos de”. Gente que va a poner el cuerpo y va a guardar el secreto ante todo. Pero todo gran plan tiene sus baches.

Una de las promesas iniciales que reciben los contratados es la “certeza” de un mejor trabajo a futuro tras algunos meses de pasantía informal y deleznable. Juan Andrés se encarga de mostrar las fotos de su tío al lado de Elisa Carrió, Francisco De Narváez, Julio Cobos, Carlos Menem y el resto de los contactos de los que se vale económicamente la agencia. En La Ese se respira el poder.

Así es como estos jóvenes estudiantes universitarios, con necesidades económicas y promesas falsas de inserción laboral en puestos de trabajo más reales y menos vergonzantes, reciben salarios por encima de la media. Los salarios provenientes del dinero del Grupo Clarín oscilan entre los 2.000 pesos para principiantes y los 4.000 para quienes se adapten con comodidad a la dinámica de pulverizar la ética aprendida en la UBA.

La falsificación online de la identidad. A la hora de hacer un comentario en algunas de las páginas de internet de los diarios, los honrados ciudadanos que ejercen su derecho a la libre expresión deben completar un formulario donde se pide nombre y apellido, DNI, teléfono y dirección entre otros datos de rigor. Pues bien, quienes trabajan en esta usina destinada a intoxicar la comunicación, falsean identidades para efectuar la tarea de mostrarse indignados ante “la prepotencia gubernamental” cuando en realidad son sólo mensajeros de creativos publicitarios pagados por los grandes medios.

Estilo Souto. La agencia se vale de una serie de tópicos para instalar una serie de palabras y conceptos: descalificaciones agresivas a todo lo que se jacte de K, discursos desestabilizadores, términos construidos para temas específicos y adjetivos infaltables –

“PROGREcinismo”, “guerrilleros”, “bolches”, “los KK”, etc.–. Entonces se leen cosas como “Se trata de aprietes de la izquierda vernácula, que no puede con su genio y, como en los ’70, saca a relucir su repugnante Fascismo de Izquierda” (dixit de un comentario posteado en la crónica Cuando la plaza se pone a hablar, publicada por Miradas al Sur en el número anterior).

Por otro lado, los contratados reciben una advertencia: nunca hablar de “monopolio”. Nunca mencionar a Clarín. Ahora bien. Es inevitable que un chico que escribe cientos de mensajes por día no repita su discurso. Al hacer la prueba, uno hace un copy paste en uno de estos mensajes corrosivamente anti K, lo pega en la caja de búsqueda de Google y, oh patafísica, el mismo mensaje figura repetidamente en distintas notas de distintas páginas web.

Grupo de tareas sin vacaciones. En enero y febrero de este año la agencia La Ese alquiló casas de veraneo en la costa y trasladó sus oficinas. Los contratados cobraban por unos días de trabajo en la playa lo mismo que durante un mes en Buenos Aires. Los jefes les entregaban chips, tarjetas telefónicas y computadoras con modems inalámbricos para que ninguna de las nuevas intervenciones veraniegas fueran detectadas.

La tarea consistía en escuchar ininterrumpidamente dos radios que no fueran del Grupo Clarín por persona y tomar apuntes tal como lo hacían en las oficinas de San Telmo. Estos apuntes debían ser quemados sistemáticamente para que no quedaran rastros de sus tareas.

Cadena monopólica. El jueves último, cuando la solicitada de Marcela y Felipe ya estaba publicada en los principales diarios del país, La Ese recibió una visita en sus oficinas. Era un ejecutivo de Clarín que iba a certificar que ese grupo de tareas estaba en pleno funcionamiento justo el día de la publicación de la solicitada. Necesitaban que las páginas webs estuvieran inundadas de mensajes en los cuales se entendía “la ternura de una madre a sus dos hijos adoptados”. En cambio de asumir la cruda realidad: Ernestina Herrera Noble está sospechada de fraguar la verdadera identidad de Felipe y Marcela.

El viernes pasado al mediodía, Carlos Souto dio la orden de parar las otras actividades de la agencia. El portal digital de Crítica había lanzado una encuesta en su página web, preguntando si Marcela y Felipe Noble Herrera eran rehenes de Clarín o eran manipulados por el Gobierno. El porcentaje mayoritario votaba por la opción “rehenes de Clarín”. Souto pegó el grito en el cielo y ordenó que todos sus empleados dejaran las tareas y clickearan para que Clarín ganara esa supuesta encuesta virtual. Detalle final: esta historia tomada como un juego digital por jóvenes que no saben cuáles son sus derechos y obligaciones tiene un pariente terrorífico en el pasado reciente. Es una réplica de las usinas de desinformación de agentes y ex agentes de las Fuerzas Armadas de seguridad que en los primeros años de la democracia sembraron el temor y el clima de desestabilización de determinado grupos de poder.

domingo, 18 de abril de 2010

Impactante nota de La Nación

Laura Di Marco entrevistó al intelectual Guillermo Martínez para La Nación del Miércoles 14 de abril, titulada

Surge una nueva forma de gorilismo en la era de los K
"Ha surgido un nuevo gorilismo en la era de los K, que consiste en rechazar todo lo que hace este gobierno por considerarlo contaminado y sospechoso. Se trata de un odio irracional, que no se toma el trabajo de analizar cada medida en particular ni de comparar honestamente a esta administración con las anteriores", dice el escritor Guillermo Martínez, uno de los narradores argentinos más traducidos en el mundo. Martínez, que además de escritor es matemático, considera a los Kirchner "la máxima izquierda que puede tolerar la sociedad argentina", aunque aclara que no se siente kirchnerista.

"Como hombre con militancia en la izquierda, reconozco que este gobierno hizo muchas de las cosas que haría un gobierno socialista, pero las alianzas que tuvo que trabar para poder sostenerse en el poder me parecen repudiables y hacen que yo no pueda sentir identificación", explica.

Hace casi un año, uno de sus relatos, "Infierno grande", fue publicado en la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker. Martínez se convirtió, así, en el segundo autor nacional, después de Jorge Luis Borges, en lograr ese privilegio.

Se crió políticamente en el PC, más precisamente en la Federación Juvenil Comunista, y en los años 80, tuvo militancia gremial y política. "Cuando hacía política buscaba cambiar el mundo, pero no logré cambiar ni al consorcio donde vivía", ironiza.

Martínez afirma que los ciudadanos comunes tienen la tendencia a creer en las teorías del complot, porque ese mecanismo contribuye a elevarles la autoestima. Dice: "La gente tiende a descreer de las explicaciones más sencillas y lógicas y, en cambio, cree con facilidad en historias de poderes ocultos que conspiran para producirlos. Esa creencia genera la sensación de que uno es un iluminado y no un ingenuo, como todos los que «compran» la versión oficial. Por eso digo que es un mecanismo que está al servicio de elevar la autoestima. Aunque, ojo, a veces los paranoicos tienen razón. Es obvio que las logias existen, pero de ahí a suponer que todo lo publicado es falso hay un trecho largo".

-¿Será por eso que tienen tanto éxito los libros de historia que supuestamente muestran la trama oculta de las versiones políticamente correctas?
-Por supuesto que sí. A la gente le encanta cuando le cuentan que el hombre, en verdad, no llegó a la Luna, o que las Torres Gemelas en realidad cayeron por un autoatentado perpetrado por el FBI.
-¿El momento actual hace que se interese más o menos por la política?
-La política me interesó siempre. Como socialista, observé el surgimiento de este gobierno con escepticismo, pero poco después me sorprendió empezar a tener cierta esperanza. Por ejemplo, cuando se reabrieron los juicios a los militares, que ya nadie pedía; cuando tranquilizaron el desborde social sin matar a nadie y, sobre todo, cuando rompieron el discurso único en el manejo de la economía y dejamos de tener un monitoreo constante sobre nuestros asuntos.
-¿Por qué cree que existe tanto rechazo hacia el kirchnerismo, sobre todo en la clase media?
-Porque la clase media argentina -a diferencia de las clases medias en otros países donde he vivido, como Gran Bretaña o Estados Unidos- es muy ostentosa y sólo se solidariza con las clases más bajas cuando le va mal. ¿Te acordás cuando, en 2001, golpeaban cacerolas? Entonces, en el declive, es cuando la clase media está de acuerdo con un gobierno que impulsa el aumento de los impuestos o el blanqueo de la empleada doméstica. Pero esa alianza se rompe cuando las franjas medias empiezan a mejorar y entonces ya no están tan de acuerdo con los impuestos, porque tocan su bolsillo. Ese fenómeno encarna el nuevo gorilismo que vemos hoy.
-¿En qué consistiría ese neogorilismo del que habla?
-Es un odio irracional a cualquier cosa que haga este gobierno, sin tomarse el trabajo de pensar honestamente si la medida es buena o mala para ellos. O de comparar esas medidas con las administraciones anteriores, que no fueron mejores. Los brotes de felicidad que produjo la enfermedad de Kirchner fueron otro indicador. Lo más elocuente de este gorilismo es que cuando la clase media comienza a mejorar también empieza a mimetizarse con los valores de la clase alta.
-Pero ¿no es este gobierno el que basa su modelo en el aumento del consumo y mide sus logros en función de la cantidad de autos o de electrodomésticos vendidos?
-Sí, claro. Pero habría que recalcar que existe otro sector de la clase media que se enrola en la educación, en los deportes o en las ciencias, que está más volcado a la cultura y que no necesita consumir tanto. Por otra parte, el Gobierno también debería tomar en cuenta los consumos culturales para medir logros, en lugar de deprimirse porque no rompimos un récord de venta de autos. Es curioso observar lo que sucede con los autos y el tránsito en la Argentina, porque son reveladores de nuestra cultura política. Estar al volante es administrar un pequeño poder, que pone a prueba la autolimitación. Y por la forma en que se maneja, es obvio que eso no ocurre. Cómo manejan resume quiénes son los argentinos.
-¿Y la autolimitación no implica, también, renunciar a comprar dos millones de dólares cuando se tiene información privilegiada, precisamente por estar en el poder?
-Desde luego. Por eso siempre creí que haber nombrado la Corte que tenemos fue un momento de iluminación, en el que sí hubo una autolimitación. Fue un milagro.
-Usted señala los vicios de la clase media, pero el escaso apego de los Kirchner a la autolimitación, o sus alianzas dudosas, también socavaron sus lazos con las clases medias urbanas.
-El problema es muy difícil desde la ética política. Es probable que, para poder sostenerse en el poder en la Argentina un gobierno necesite hacer cosas repudiables: aliarse con intendentes impresentables, sindicalistas que chantajean, capitalistas amigos o con ciertos medios que ahora son enemigos, pero que antes eran amigos...
-Usted dice que los K son la máxima izquierda tolerable en la Argentina. ¿Y a Pino Solanas dónde lo ubica, entonces?
-Pino no podría hacer nada. No tendría la fuerza para barrer con viejas estructuras, ni tampoco para enfrentar factores de poder.
-¿Y Pepe Mujica no le gusta?
-Creo que a los gobernantes hay que juzgarlos por sus actos de gobierno. Y no me dio la sensación de que el Frente Amplio pueda considerarse de izquierda, ni tampoco Lula.

GUILLERMO MARTINEZ
Escritor y matemático
Edad: 47 años. Nació en Bahía Blanca, en 1962.
Doctor: en Ciencias Matemáticas. Vivió dos años en Oxford, Gran Bretaña, con una beca del Conicet.
Éxito: su novela Crímenes imperceptibles fue llevada al cine por Alex de la Iglesia.
Premios: en 1982, ganó el Certamen Nacional de Cuentos Roberto Arlt, con La jungla sin bestias. En 1989, ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes.
 
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