sábado, 6 de marzo de 2010

Una nota interesante

Texto de Marcos Viancheto, Prensa de Jorge Rivas

¿Ustedes están mirando a esta idiota?
-“¿Ustedes están mirando a esta idiota?”-. La parejita niega con la cabeza. Él, como desinteresado, balancea con su cabeza un no, tibiamente. Ella, la mueve con decisión, como queriendo que se note la firmeza de su negativa. “-No la aguanto a esta mina, no me pregunten por qué, pero es una tarada”-, agrega.

Vivo esta escena por enésima vez y la siento parecida a muchas otras que viví en poco tiempo. Y otra vez, pero como nunca, me enojo. Bah, me caliento, me recontra caliento mal. ¡Tengo ganas de pelear! Lo cagaría a piñas sin mediar palabras. Por idiota. Por no saber ni siquiera por qué dice eso. Se le nota. Tira esas frases al aire como quien busca un tema de conversación infalible, como el clima. Podría haber dicho “todavía en marzo y sigue este calor, la puta madre, qué mosquitos de mierda…”, pero no, el tema era “este gobierno”.

Por enésima vez trato de serenarme. Lo logro, un poco. Bastante. No del todo ni tampoco muchísimo, pero bastante. El diablito que se me para en el hombro me dice “¿por qué te dejás insultar así? ¡te está insultando!”. Lo niego, porque, claro, no creo en diablos ni diablitos. Pero sí, debo confesar, sigo caliente. Muy caliente.

Mientras miro a ese pibe medio pelo, a ese cambalache, con gorrita, que se lukea como un pibe chorro pero que seguro desea la pena de muerte, mientras lo miro con ojos de mira para el disparo, me angustia mi furia y me asusta, porque le hubiese roto la cara con todas las ganas, le hubiese pegado a él –o al menos tratado- por esas incontables veces en que me agredieron como él lo hizo en ésta ocasión. La otra cosa que me angustia y que me asusta es ese lugar común que hoy es tan común como el clima, y que hoy nadie, o casi nadie, lo discute: “Qué frío, qué calor, cómo está lloviendo últimamente, qué conchuda esta mina, qué soberbia, esa yegua, las carteras que usa, cómo se pinta…”.

La escena transcurre –digamos, para que se entienda- en la sala de espera de un sanatorio privado recontra medio pelo, uno de los mejorcitos que me toca por mi obra social. Es tarde. Al aire en la TV está 678 en canal 7, un programa que -los que lo conocemos- sabemos que muestra cosas que ningún otro no. Digamos que completa la parte que nos falta, porque lo otro también hay que mirarlo si queremos tener una imagen completa de este puto escenario de batalla.

Un tipo miraba de cerca, parado, la tele encastrada en la pared sobre una de esas bases móviles. Se reía con una escena que hacía quedar en evidencia algunas miserias de la llamada “oposición” actual. De repente anuncian el pase al noticiero, va la transmisión en vivo con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien daba una conferencia de prensa junto a la funcionaria estadounidense Hillary Clinton –encargada de la relación con los demás países en el gobierno de Obama-.

Y enseguida, el pibe de gorrita, abandona la conversación pelotudísima que mantenía con una pareja de desconocidos, tres jóvenes inmersos en una charla de placas radiográficas, de esperas en salas de espera, y de algún lugar común más. Abandona la charla, la interrumpe, pone su mejor cara de asco y de soberbia, y como esos tipos que tienen ganas de vomitar al ver la camiseta del equipo de fútbol rival, mira de reojo la tele y dispara: -“¿Ustedes están mirando a esta idiota?”-. La parejita niega con la cabeza. Él, como desinteresado, balancea con su cabeza un no, tibiamente. Ella, la mueve con decisión, como queriendo que se note la firmeza de su negativa. “-No la aguanto a esta mina, no me pregunten por qué, pero es una tarada”-, agrega.

-Yo estoy mirando a MI presidenta. Cuando termine de hablar ELLA, podés cambiar.- El flaco sonríe, avergonzado, como si lo hubiesen pillado en una travesura y él no se lo esperara. Eso es lo más grave. Él no esperaba que alguien reaccionara, porque… ¿quién va a defender “a esa conchuda”?

Pasadas ya horas y días de aquella escena, la agresión me sigue doliendo. Más que nunca, más que las otras veces, porque me doy cuenta de que hoy ese es un lugar común tan común como la charla sobre el clima. Por fin entiendo que se cubrió ese lugar pocas veces vacío del odio común a algo. Ya se instaló un odio que todos vociferan sin fundamentos, agresiones. Y todos dan por sentando que todos pensamos lo mismo. No esperan que nadie diga nada, ni siquiera esperan el silencio ajeno. “¿Por qué no decís nada vos? ¡¿No me digas que te gusta este gobierno?! ¡Te hacía más inteligente!”, dicen los más macanudos, las más suaves, diciéndonos en las cara que pensaban que éramos inteligentes y que acaban de descubrir que somos idiotas. Ni nos dan el perdón del equivocado, no estámos ni siquiera equivicados de buena leche, de buen corazón: somos idiotas. Sí, nos dicen en la cara idiotas, en el mejor de los casos. O nos acusan de vendidos, de estar pagos, en el peor.

Hoy, salvo pocos, muy pocos -equivocados, cómodos y/u oportunistas- me parece la oposición está compuesta íntegramente por hijos de mil puta. Si toman las riendas del país, mucho a mi no me va a perjudicar, en esa cuenta forra de “¿qué le pasará a mi culito?”. A mi culito no le pasará mucho, casi nada. O nada directamente. Y tal vez le vaya mejor… “la platita, la platita”. Pero a los jodidos, los re jodidos… les veo un futuro tremendo: tremendo por lo malo, claro.

Casualmente hoy trabajo con un grupo de políticos que considero preparados y honestos, que son independientes pero cercanos al oficialismo. Pero hago un laburo técnico. Soy un mensajero, un cartero, digamos, llevo correspondencia que yo no escribo, aunque hoy tal vez escribiría cosas parecidas a las que ellos dicen. Y saben que yo del centro a la derecha, nada, sino tal vez no me contratarían. Y yo tampoco querría trabajar para ellos en el caso opuesto. Pero mi opinión política es doméstica, previa a ellos y también posterior. Trato siempre de estar a favor de los más jodidos, equivocado o no (el tiempo dirá).

Hoy ya todos conocemos el cuentito opositor: por derecha, el INDEC, Moreno, Moyano, D´Ellia, la institucionalidad, los DNU, las carteras, el maquillaje, la SOBERBIA, etc. Por izquierda los glaciares, las mineras, los trenes en desuso, la deuda ilegítima, bla bla bla.

La derecha causa gracia. Está bien, a mi me gustaría un gobierno Suizo. Yo podría ser un suizo tranquilamente… ¿Y usted, señor golpista, señor mercado libre, señor CEO? ¿Cómo se ve en Suiza? (país usado como lugar común de la perfección social, pero que vive de la guita sucia de la droga y de la sangre de las dictaduras ajenas, vale aclarar).

Lo de la izquierda, está bien, son críticas válidas, discutamos, discutamos todo, hasta lo que dice la derecha discutamos. Pero no dejemos esto en manos de Duhalde, Menem, de los grupos mediáticos y económicos. El hilo se corta por lo más fino, no seamos pelotudos, no sean pelotudas. De corazón y con todo respeto: no seamos pelotudos, no sean pelotudas. No se perjudiquen, piensen antes un poco. ¡Afilan la guillotina y después se ponen en la fila, carajo!

Los que repiten como loros barbaridades del gobierno, tengan la altura de informarse debidamente antes de vociferar pavadas. Hay miles de críticas válidas. Úsenlas. Lean todo, no sólo los medios masivos de desinformación. Pregúntenle a gente más preparada que ustedes, a gente de buen corazón. Estoy cansado de repetir la listita de cosas buenas como si fuera el Témperley del ´83: la estatización de las AFJP, el privelegiar alianzas económicas y culturales con latinoamérica, las jubilaciones universales, el pago universal a la niñez, la Ley de Medios, bla bla bla. Ni saben qué mierda es todo eso y encima dan vuelta la cara, no les interesa escuchar, ni aunque su familia viva de eso, porque lo desconocen, así como desconocen las cosas negativas que repiten. Es desgantante.

Por eso hoy no creo en el milagro de revertir esto, no creo que por más laburo que hagamos se llegue un mínimo nivel de racionalidad. Hoy el panorama es sombrío. Realmente creo que ya está, con tristeza lo digo: ya está. El tema, el lugar común, ya está instalado. En su momento el enemigo público fue “el piquetero”. Hoy es “el oficialismo”, el oficialista, este gobierno. Sociólogos, politólogos, psicólogos sociales podrán analizar este fenómeno.

Yo me animo a un análisis: las elecciones siempre la deciden los pelotudos y las forras. Ellos y ellas inclinan la balanza, los opinólogos de fóbal y las analistas de novelas, la recontra mediocre clase mierda. Poco importa la cantidad de tremendos hijos de puta que va a las urnas y poco suma el número de gente que vota de buen corazón. Ambos son minoría. Y el discurso del verdugo ya fue comprado por la víctima.

Cuando los diarios decían que todo estaba bien, todo estaba bien. Hoy está todo mal. ¿Sabemos que ambas verdades mediáticas fueron y son mentira? Y no discuto el fondo de todo esto, si todo está bien, mal, o más o menos. Hoy la verdad instalada es que está todo mal. Y creo que ya no se puede revertir. Pero eso no quiere decir que no demos pelea.

Y puede que este gobierno no sea lo que anhelo, lo que quiero. Tal vez eso nunca pueda llevarse a la práctica, o tal vez no en décadas, o cientos de años. Pero es un paso hacia ese lugar. Después de parálisis, tibios y cortísimos avances y muchos retrocesos, este gobierno es un paso adelante. Claro que lo es, decididamente, no tengo ninguna duda. Y no tengo la vergüenza del que votaba a Menem pero en público lo criticaba o callaba. Este gobierno deshizo muchas de las barbaridades del neoliberalismo y profundizó cambios y tomó decisiones que ningún otro gobierno se animó a hacer (ni siquiera a sugerir en una campaña).

Respeto muchísimo a quienes discuten todo esto por izquierda. Ese es mi lugar natural y hoy me sería muy cómodo y seguro estar ahí. Y no se enojaría conmigo nadie. Pero a pesar de muchas contradicciones que hoy sigo teniendo, este gobierno tiene hoy, más que nunca y en la peor adversidad, todo mi apoyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
ir arriba